miércoles, 19 de diciembre de 2012

Te confieso...

Siempre fue mucho más poético escribir sobre otra persona,
contar que son sus miedos
los que te hacen perder el equilibrio,
que son sus dudas
las que aplastan todas tus certezas
y que es su boca el epicentro
del terremoto que hay en tu pecho.
Ya fueron demasiados los poemas escritos a su forma de cerrar los ojos
cuando el mundo le pedía calma
y lo cierto es que
hoy necesito hablar de mí.
Quiero contarte
que pocas veces pronuncio la palabra ''adiós''
porque me aterra la idea de despedirme,
que cuando estoy triste,
mi guitarra suena mucho mejor.
Supongo que será
la rabia la que improvisa los blues
y la melancolía la que arpegia
''Falling Slowly'', no sé.
 Nunca vi Titanic
aunque más de una vez me hundí
y la orquesta siguió sonando.
La cobardía me ha ganado el pulso,
pero también, en ocasiones,
he sido capaz de mirar al destino de frente
y de decirle que lo que él no hiciera por mí,
ya lo haría yo.
Y es que, hay que tener el valor de
dejar tirada a la rutina,
romper los relojes
y olvidarse de ese maldito calendario
que no hace otra cosa que ralentizar los latidos
e impedirnos vivir.

He malgastado mi tiempo,
he invertido muy bien algunas horas
en las que mis pies bailaban
impulsados por ráfagas de ilusión,
por abrazos que sumaban.
He querido volver a días
que nunca van a volver
y entonces,
entonces ha sido cuando me he dado cuenta de que 
el pasado es mejor encerrarlo en una habitación sin ventanas.
Y entonces,
entonces me he dado cuenta de que el futuro
aunque rime con oscuro
y con muro,
y con bromuro,
en realidad,
es esperaza,
esperanza de poner en marcha
un corazón arrugado,
de acabar con los latidos ralentizados,
de darle sobresaltos a un sentimiento cuadriculado
y sobre todo,
esperanza de olvidar
cada una de las líneas de su mano.








viernes, 26 de octubre de 2012

Flaca.

Ocurre cuando el poema tiene ganas de escribirse en ti,
cuando los versos llegan mucho antes que
el deseo de decirte con palabras vulgares
que eres un cobarde,
cuando quieres tirar por la escalera
-esa que escuchó todas las conversaciones-
a la impotencia.
Ocurre cuando abrazas acontracorriente al mundo.

Hoy las guitarras van a llorar todos los acordes que me he callado,
la lluvia calará cada uno de mis huesos
y me perderé en la palabra ''sinfín'',
esa palabra cíclica que nunca acaba,
desde la S hasta la N, desde la N hasta la S.
-Algo parecido a esta historia ajena
que te parte tu vida en mil pedazos. -
Mismos personajes,
misma manía de no avanzar.

Yo solo quiero cantar alto esa canción
que llevaba tanto tiempo esperando,
que la vida me separe de ti 
 por muchas carreteras
y a ver si con un poco de suerte,
 mi alegría le gana a tu pena.

Porque esta casa se hace muy grande,
y dudo, y pienso en todas esas deudas
que quedaron pendientes,
no debería,
pero es que de duda a deuda solo hay una letra
de diferencia y es inevitable.

 De golpe conocí tu parte des-conocida,
y entonces fue cuando a la ilusión,
le añadí ese mismo prefijo
que siempre lo estropea todo.


Creo que voy a recoger todos estos pedazos
y me voy a ir inmediatamente de aquí...








sábado, 14 de julio de 2012

Mil tormentas.

Estaba desgastada,
con las esquinas dobladas,
deseando arder sin quemarse,
sentir sin que más tarde, las facturas llegaran.
A ella, Madrid le quedaba tres tallas grande,
la agonía llamaba a su puerta
y amenazaba con quedarse a vivir.
El equilibrio le sabía a poco,
las historias con final feliz se le resistían
y el porvenir se ausentaba.
Todos los martes le llovían inviernos,
y los jueves, sinsentido.
No desayunaba con diamantes,
cenaba cristales rotos.
El día en que ventana no fue sinónimo de libertad
quiso huir de mil tormetas
y no se percató de que quizás con abrir un paraguas hubiera sido suficiente.



Jugándome la vida.

He apostado mis certezas siempre a la misma casilla,
esa que consistía en exprimir la piel
y que salieran las palabras.



jueves, 28 de junio de 2012

Absurdeces.

Como dividir infinito entre dos,
sumarle minutos a una despedida,
restarle importancia a las heridas...


Va de fronteras que separan.

Me dirijo a la frontera, esa que separa mis dos vidas,
 la que he vivido durante estos diecisiete años
 y la que empezaré mañana mismo a vivir.


lunes, 23 de abril de 2012

Confeti en cada esquina.

Podemos reforestar ese bosque que ardió,
y ahora los que podemos arder somos tú y yo.
Creo que la vida puede llover confeti en cada esquina.