lunes, 13 de diciembre de 2021

El último lustro

Tu partida a medias en el juego de la Play de los androides. 

La butaca que sobró para el concierto de Morgan. 

Ese beso que no te di en la cabeza en la escalera mecánica del centro comercial.


El no poderte sorprender con entradas para ver a Sam Ryder en directo justo el día de mi cumpleaños. 

Aquel viaje que nunca haremos a Portugal a comer zapateira. 

La imposibilidad de contarte que he salido de fiesta con tu crush. 


Los 6 años sin cumplir por poco y el sofá naranja en el se me abrieron las puertas del cielo, ahora mugriento y destrozado por los rayos del Sol. 


Los bares que no vamos a pisar, las camas de hotel donde no vamos a dormir, todas las ciudades que quedarán tristes por no vernos pasear.


Mensajes tuyos que ya no van a entrar en mi bandeja al desactivar el modo avión. Y “buenos días” que no nos vamos a dar. 


Las inseguridades que no voy a poder compartir contigo y los consejos que no te voy a pedir. Pero también la mano que no te voy a tender. 


Las gestiones administrativas con las que no te voy a ayudar. Los convenios de la salud que no me voy a leer. Las bases de esta convocatoria caduca. 


Los pliegues acolchados de unas manos que ya no voy a acariciar, las cuales, probablemente, a estas alturas estén tan erosionadas que sean irreconocibles para mí (otra cosa más).


Esa melodía que jamás pondré a la letra tuya que decía algo así como que el vidrio que tiembla tiende a estallar (vaya si estalló).

Como bien predijiste, aquí estoy, prolongando la agonía del sagrado ritual. 


Si acaso, nos quedará alguna llamada perdida por error en FaceTime, un “qué tal” de rigor al semestre, quizás un encuentro fortuito por la calle una vez cada 430 días. Poco más. 


Cuando te parte en dos el amor sin aviso ni explicación, ¿qué se supone que hay que hacer? ¿Aceptar que el último lustro ha sido una ensoñación?