lunes, 2 de diciembre de 2013

Hasta el tacto.

Envidio la valentía del que agita sus alas
sin pensar en la locura del vuelo,
el que besa a pecho abierto
y a puerta cerrada.

No entiendo qué significa abril para los poetas
ni sé si nostalgia es lo mismo que melancolía.
Me atraganto al pronunciar
sentencias inefables.
y divago entre el ajetreo
de caminos transitados
por gigantes que levantan polvo.


Reniego del carrusel
cuando la tristeza me frecuenta y miro al cielo
y hace un sol espléndido.
Es entonces cuando pienso
en las clases de literatura del colegio
y en aquellos románticos
que estaban deseando que
la naturaleza se contagiara de sus sentimientos
para sentirse un poco menos desdichados.
Contingencia bendita.
Y me sonrío.

Pongo en cuarentena a mis asaltos a tu barrio,
colindante con la hostilidad
y conservo al vacío mi corazón para evitar un posible:
"siémbralo todo de motivos, anda".
Prorrogo el secreto de sumario en el colchón
a sabiendas de que dejar morir el amor
no es el crimen perfecto.

Amago con regresar al coliseo convertido en ruinas,
pero mis manos ya están demasiado agrietadas
como para levantar un templo de la nada.

El dolor aflora cuando tienes que decir
"hasta la vista"
queriendo decir
"hasta el tacto".