viernes, 12 de julio de 2013

φιλοσοφία

Soy alma sin licencia y voy disparando sin permiso por ahí.
Soporto las turbulencias pero no tu coexistencia en tiempo y lugar.
Cuando digo que no creo en el destino, el mundo empieza a conspirar contra mí y tengo que dar marcha atrás.
Ya no diferencio entre esencia y existencia, entre dicho y hecho, entre las promesas y premisas que siempre llenan tu boca, y el acto puro: esta huida interminable.
Tendrá que venir Tomás a hacerme recapacitar o mi profesor de filosofía, directamente, a echarme la bronca.
Lo que tengo muy claro es que dos mundos no hay. No me fío de este mundo sensible, cada vez más insensible. O sea, que de ideas flotando no quiero ni hablar.
En lo de la inmortalidad del alma no me quiero mojar, aunque sí te puedo hablar de su inmoralidad.
¿Dudas metódicas? Demasiadas. Creo que he hecho de la moral provisional un hogar.

Agustín cuando hablaba de la iluminación divina se debió referir a tus amaneceres. No puede haber otra verdad inmutable que no sea tu sentencia. Y lo de la Trinidad lo explica mucho mejor esta canción que sus teorías:




El principio de causalidad yo también lo pongo en duda, pero aún más el de casualidad. Ya sabéis, tengo que serle fiel al destino.
Mientras tanto, todos vivimos alienados por culpa de las mismas jaulas, distancias que nos apartan de nosotros mismos. La plusvalía menosprecia. Paradojas léxicas, ya ves tú.

Y por cierto, para estética trascendental, tu cara bonita y no la de Kant.

El nihilismo acaricia las dudas. Aún sigo esperando ese superhombre que venga a salvarnos de la moral del rebaño.
Otra cosa no, pero que el lenguaje son metáforas fosilizadas no se me olvida.

Defiendo la idea del eterno retorno ya que esto me impediría desear los días en los que tu ilusión salpicaba todos los muebles de mi casa.

Soy más acto que potencia, ni de leyes naturales, ni de leyes positivas.
Como Drexler, creo igual en la ciencia que en la poesía
-y te juro que este no es un argumento de autoridad-.