domingo, 26 de julio de 2015

Tristeza colorida.


De pronto miré al cielo y recayó con violencia sobre mí una tristeza carente de la rudimentaria inercia de la desgana y privada del desgarro trivial de una herida común, una tristeza trazada en amarillo, naranja, rosa y azul donde convergían los bailes fracasados y el peso insostenible de todo lo dicho por decir. Una tristeza llena de matices en la que el lamento aullaba y escocía, pero a la vez ofrecía un catálogo de serenidad. En definitiva, una tristeza a la que yo quería desalojar, pero que era necesaria y albergaba condescendencia conmigo misma.

A veces da igual el paisaje si la luz es bella, pues bien, latía en mí algo similar: lo que alrededor pasaba parecía importar poco porque la tristeza era colorida, y lo más importante: yo la entendía.

martes, 30 de junio de 2015

Ellos

La imaginación resurge en los bordes de las heridas,
la irrealidad asalta a los ojos cansados de jugar
siempre con la simpleza de las mismas formas.
Allí donde no llegan las montañas rutinarias de conformismo,
debemos llegar nosotros
para no permitir la debacle de los sinsabores.

Los criterios para disolver la no sorpresa
se resumen en apartar la mirada de aquello que no sea solución,
es decir,
en memorizar el camino que nos lleva a la risa innata,
en escuchar los boleros que borran pasos vulnerables,
en contar por teléfono con una precisión absoluta
qué tono tiene el rojo de las amapolas,
cómo han amanecido hoy los campos de trigo.

Conozco la mirada de indiferencia de los que caminan
desprovistos del mínimo indicio de curiosidad
y, hacedme caso,
aunque crean que son felices,
están muertos.
Ellos jamás han escrito cartas enviadas por correo urgente
describiendo minuciosamente para qué sirve
la sincronía quebrada de las hojas en otoño
 ni han narrado detalladamente
el aterrador fusilamiento de los silencios por la noche.
Ellos,

jamás.