lunes, 17 de noviembre de 2014

Accidente geotrágico.

A lo lejos se encuentran mis defectos
esculpidos en piedra,
escupidos en forma de accidente geotrágico.
Ahí están, inmóviles y erosionados por mis pasos
y no por el del tiempo
-no sería justo culpar a las agujas del reloj de nuestros retrasos.-

Aprecio vientos totalmente indiferentes a lo que pueda sentir.
Ellos tienen la potestad de soplar con el cariño con el que te sacan
del ojo una pestaña que escuece
o con la furia desvastadora que acaba con
el lugar más hermoso que hayamos podido imaginar.
Nosotros, la obligación de experimentar
el alivio de ser soplados
o el lamento por ser devastados.

Hay árboles con raíces endebles
en los que me veo mucho más reflejada
que en ríos de agua cristalina,
y animales en peligro de extinción
que intentan autoperpetuarse
con la misma fuerza que
lo hace el último recuerdo que nos queda
de la persona que alimentó nuestras vigilias.

Una voz artificial anuncia que llegamos a nuestro destino.
Qué suerte poder hacer de un cristal
una ventana
de vez en cuando,
aunque acabe anocheciendo
y no se vislumbre absolutamente nada.
Nos queda la añoranza de lo que nuestras retinas captaron
y el consuelo de que siempre habrá más trenes.
¿Qué pensará el resto de pasajeros de todo esto?






2 comentarios:

  1. Qué suerte tener ventanas que muestren la grandeza y la miseria del mundo, tener ojos que lo capten, un corazón que lo digiera.
    Qué suerte tener la suerte.

    =)

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  2. Pero que bonito escribessssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssss
    Te quiero pequeña leona
    :)

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