martes, 30 de junio de 2015

Ellos

La imaginación resurge en los bordes de las heridas,
la irrealidad asalta a los ojos cansados de jugar
siempre con la simpleza de las mismas formas.
Allí donde no llegan las montañas rutinarias de conformismo,
debemos llegar nosotros
para no permitir la debacle de los sinsabores.

Los criterios para disolver la no sorpresa
se resumen en apartar la mirada de aquello que no sea solución,
es decir,
en memorizar el camino que nos lleva a la risa innata,
en escuchar los boleros que borran pasos vulnerables,
en contar por teléfono con una precisión absoluta
qué tono tiene el rojo de las amapolas,
cómo han amanecido hoy los campos de trigo.

Conozco la mirada de indiferencia de los que caminan
desprovistos del mínimo indicio de curiosidad
y, hacedme caso,
aunque crean que son felices,
están muertos.
Ellos jamás han escrito cartas enviadas por correo urgente
describiendo minuciosamente para qué sirve
la sincronía quebrada de las hojas en otoño
 ni han narrado detalladamente
el aterrador fusilamiento de los silencios por la noche.
Ellos,

jamás.

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